Fernando llevaba gafas invisibles de color rosa, a través de las cuales veía todo de otra manera. Para él, la gente era buena, simpática, graciosa y amorosa.
Siempre escuchaba, tenía una sonrisa, una broma y una palabra de sabiduría.
Sabio, académico, intelectual, pensador y con un gran amor por los libros, la naturaleza, sus pájaros y sus plantas. Pero, sobre todas las cosas, tenía un inmenso amor por sus nietos y por su esposa, por quien entregó toda su vida.
Deja un gran legado en sus múltiples publicaciones, pero aún más en todos aquellos a quienes tocó con su ejemplo y con sus frases: “Lo que hagas, hazlo bien” y “Siempre piensa en los demás”. A todos sus alumnos, amigos, familia, colegas e incluso a la señora de la tienda con quien alguna vez se cruzó, nos ha dejado una marca y la responsabilidad de hacer las cosas mejor.
Participan: su esposa Eugenia; sus hijos, Nando y Javier; sus hijas, Luisa y Carolina; sus nietos, Ana Paula, Ana Isabel, Daniela, José Javier y Juan Pablo; y sus hermanos.